Nos reúnen hoy 200 años de historia de nuestro pueblo desde aquél momento en que un grupo de congresales en la añosa casa de Tucumán asumían la responsabilidad de declararnos libres e independientes de la dominación española.
200 años de la Declaración de la independencia nacional. Aquella que fuera aceptada paulatinamente por cada país del mundo, en una celebración unánime y gloriosa de los derechos ya proclamados en la Revolución Francesa que fueron el inicio de este movimiento liberador latinoamericano. Libertad, Igualdad, Fraternidad, no a la esclavitud, no a la dependencia, o a los liderazgos extranjeros en la propia patria. Nuestra Patria, la República Argentina que nacía a la libertad, emancipándose y constituyéndose una nación independiente.
Nuestros antecesores, aquellos que juraron ser lo que debían ser por las generaciones de ese presente, mirando al futuro y honrando las batallas del pasado, nos entregaron ese regalo imaginario de la rotura de cadenas pero realista en la conformación de un país en libertad.
200 años suponen una trayectoria de vida que marca aciertos, errores, políticas que cambian, economías que se heredan, gobiernos que se establecen y gobiernos que se retiran.
200 años de historia con tiranías y democracias, economías que crecen y otras que se destruyen; con palabras como “inflación y corrupción” que nos rodean por doquier y nos sorprenden con resultantes escalofriantes.
200 años en medio de una globalización avasallante, en la que la tecnología supera la imaginación más avanzada en contraposición con las miserias de la pobreza o las enfermedades que aún siguen sin una investigación que las lleve a la cura.
200 años que nos apabullan en el desarrollo de los medios de comunicación y las redes sociales que tienen en sí el poder indiscutible de llegar a los miles de hogares de nuestra Patria con su mensaje diario.
200 años que nos han enseñado que las guerras son de los gobiernos y no de los pueblos, que los ciudadanos queremos vivir en paz. No se trata sólo de guerras de armas, sino ideológicas. Aquellas que día a día siembran la desesperanza y la desunión.
200 años, al fin, que marcan el rumbo de una Patria que todavía se encuentra confundida, que necesita de todos y cada uno de nosotros , ciudadanos argentinos, para poder transformar la desesperanza en esperanza, la desunión en unión, la tristeza en alegría, la pobreza en un nivel de vida humana aceptable, balanceada en un justo medio. Una Patria donde el narcotráfico no sólo sea combatido sino erradicado, donde la salud sea prioridad de todos, donde la justicia sea el estandarte más valioso de nuestra libertad, donde la seguridad no sea un privilegio sino un derecho adquirido no negociable, donde podamos tener una vida libre, digna y feliz.
200 años que nos han demostrado, en cada década vivida, que existe solamente “un arma poderosa que puede cambiar el mundo”, según palabras de Nelson Mandela: LA EDUCACIÓN.
A nuestra Patria, en los 200 años de la Declaración de la Independencia, como educadores argentinos le decimos PRESENTE! aquí estamos, hoy en Julio de 2016, aún más comprometidos que hace 17 años cuando nos iniciamos como Colegio. Aquí estamos para construir, para bregar por la paz, para trabajar en valores, para honrar el legado invalorable de la LIBERTAD que nos fuera entregada por nuestros próceres.
Según palabras de Jorge Luis Borges, en su Oda a la Patria “debemos ser dignos del antiguo juramento que prestaron aquellos caballeros de ser lo que ignoraban, Argentinos, de ser lo que serían por el hecho de haber jurado en aquella vieja casa.
Somos el porvenir de esos varones, la justificación de aquellos muertos…..”
Susan Capalbo
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